Derecho a morir

Camila tiene dos años. Nunca dijo "mamá" ni "papá". Nunca abrió un regalo de cumpleaños con manos torpes. Nunca aprenderá a leer o a escribir. Camila está en estado vegetativo desde que nació. No respira por sus propios medios. No tiene noción de lo que ocurre a su alrededor. No sabe, entonces, que su mamá está pidiendo un poco de dignidad para ella, que no hay ley que contemple su realidad. Ignora que sus médicos, a pesar de que ella nunca podrá salir de esta condición, tienen miedo de lo que pueda pasarles si deciden escuchar a su mamá.

Es fácil, cuando el caso es ajeno, cuando el dolor es lejano, condenar y prohibir. Es fácil, cuando la justicia no tiene respuestas, temer las consecuencias. Requiere mucho coraje (y mucho dolor) salirse del molde y pedir lo que es justo: que las máquinas que la conectan a una realidad, de la cual se despidió antes de conocer, la dejen libre de una buena vez.

Como la mamá de Camila, muchas otras personas exigen hoy el derecho a una muerte digna. El derecho a no prolongar la vida de forma innecesaria o desmedida. El derecho a estar en paz.

Existe un antecedente que ampara este pedido. La provincia de Chubut aprobó en 2007 una ley que cuyo objetivo es “establecer los procedimientos que deberán cumplirse y las modalidades que podrán instrumentarse para el ejercicio autónomo por parte de los pacientes de su derecho a consentir o rehusar un tratamiento o práctica médica, en el caso de que los mismos deban aplicarse a personas que padezcan una enfermedad irreversible, incurable y se encuentre en estado terminal. Derecho que se podrá ejercer por medio del testamento vital anticipado, para evitar de ese modo que el tratamiento médico sea intrusivo o desproporcionado” (1).

Pero en este caso se trata de una niña que jamás podrá expresar su sentir. Es un tema incómodo, molesto. En casos como éste habrá quien, si los médicos cambian de opinión y deciden desconectar a Camila de su soporte vital, los acuse de homicidio ante la justicia. Habrá quien se llene la boca de las palabras "vivir" y "derecho", sin saber que una muerte digna es también una forma de honrar la vida. Habrá quien invoque a Dios y diga que solo Él puede decidir. Visto fríamente, ya decidió.

Cecilia Morán

cmoran@colectivolapalta.com.ar

(1) http://parlamentario.com/noticia-12316.html