La Palta

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Universidad San Pablo T: la educación con fines de lucro

Foto: USPT

“Desde mayo, no estoy más, pero mi historia refleja la de muchos docentes”, cuenta un profesor que prefirió el anonimato. Había trabajado durante once años en la Universidad San Pablo T (USPT). Primero, fue la oportunidad de estar acompañando a futuros profesionales en su formación y la promesa que todo se iría acomodando con el correr del tiempo. A medida que los años pasaban, renunciar se sentía como una derrota. 

El inicio en la universidad fue un espejismo: “Me ofrecieron un contrato full time que sonaba prometedor, pero era otra trampa”, asegura el ex docente de esa casa de altos estudios. La ilusión de un futuro mejor se desvaneció ante un sistema que considera a los docentes como variables de ajuste. “Nunca hubo intención de invertir en nosotros”, lamenta.

La defensa de sus derechos laborales había empezado a tomar fuerza en el reclamo colectivo. “Durante la pandemia, los docentes empezamos a estar un poco más conectados entre nosotros. Y se gestó algún movimiento para organizar reclamos por la situación laboral”, cuenta el ex docente de la Universidad privada. Pero bastó que las autoridades se enteraran para que la incipiente organización se desbarate. 

Las presiones, cuenta el ex docente, fueron fuertes y constantes. Los trataron de desconsiderados por intentar presentar una nota donde se describía la situación de desfasaje del sueldo, la forma de contratación y otros problemas inherentes a la precariedad en la que trabajaban. Desconsiderados con la empresaria azucarera y fundadora de la USPT, Catalina Lonac. “Muy irónico que el rector tuviese esa preocupación por la señora, pero nunca hubo esa consideración con la de los docentes, porque hubo profesores que incluso cursando cuadros de dengue o enfermedades oncológicas tenían suspendida la cobertura de la obra social debido al contrato que se hace en ese lugar”, remata el profesional.

Foto: Sede Tucumán

Contrato de zafreros pero sin plan interzafra

“La modalidad que tiene que tener un trabajador de la educación es un contrato por tiempo indeterminado”, explica Mario Dionisi, secretario general del Sindicato Argentino de Docentes Particulares (Sadop). “Todas las otras figuras de contratación: contrato eventual, contrato a plazo o por temporadas son ilegales”. Los contratos en la San Pablo T -como se le dice coloquialmente a esta Universidad- no suelen ser por tiempo indeterminado. “Es como el trabajo de un zafrero. Te llaman para la temporada, y cuando termina, no hay más salario”, describe el profesor. 

Las temporadas por las que son contratados, explica el extrabajador, van, por lo general, de abril a junio y de agosto a noviembre. Los meses que no entran en esos períodos son meses sin aportes jubilatorios y sin cobertura de la obra social. Y el sistema es aún más precario para los que recién empiezan, que tienen contratos de ‘profesor horista’. Las horas de trabajo parecen encadenadas a una lógica perversa. “Te pagan solo por las clases que das, pero todo lo demás es invisible”, dice. La preparación de clases, correcciones y el contacto con los estudiantes se convierten en un desgaste no reconocido. “El contrato es como un trabajo a destajo del siglo XIX, sin reconocimiento de la labor docente”, añade. 

Las condiciones laborales son tan adversas que algunos profesores abandonan sus puestos a mitad de cuatrimestre. “Nosotros decimos que se produce una ‘danza de docentes’ una rotación constante que no permite consolidar equipos de trabajo porque siempre están yéndose y cambiando el personal”. Esa rotación también impide la posibilidad de organización colectiva para la defensa de los derechos de los trabajadores. No es de extrañar que ese sea uno de los objetivos.

Dionisi, por su parte, señala que “los trabajadores no se quieren afiliar por miedo”, lo que limita el accionar del sindicato. A pesar de que se han logrado avances en la reducción del trabajo en negro, “las contrataciones siguen siendo ilegales y los salarios no cubren derechos humanos básicos. Por ejemplo, un docente en la San Pablo T gana aproximadamente 250 mil pesos por 15 horas, mientras que un docente de secundaria puede llegar a ganar 600 mil”, advierte.

Foto: El Tucumano

Educar, castigar, despedir y esconderse

El docente decidió renunciar. Después de aquel intento fallido de organizar la lucha de manera colectiva, las represalias no tardaron en llegar. “Los administrativos también sufren; algunos han sido despedidos por alzar la voz”, relata. Fueron dos las personas despedidas. Y, a juzgar por la antigüedad, no duda que fueron elegidos a propósito para evitar indemnizaciones y también fue una manera de disciplinar. El miedo a perder el empleo silencia a muchos. 

Dionisi comenta que con el sindicato al que representa visitaron la Universidad en reiteradas oportunidades para  hacer inspecciones, las que fueron, cuanto menos, obstruidas. “Si no dejan pasar a los inspectores, ¿qué están ocultando?”, cuestiona. Las multas por estas irregularidades son necesarias, pero no llegan. Al tiempo que el sindicalista habla de estos controles, muestra documentación de denuncias ante la Secretaría de Trabajo que datan de 2012.

“La última inspección realizada por nosotros fue el año pasado, en 2023. Aún estamos esperando la resolución de multa para con la universidad”, dice el sindicalista. Pero tampoco debería quedar en una sanción económica porque la responsabilidad del Estado es exigir que la institución se ajuste a lo que indican las leyes tanto laborales como educativas.

Las dificultades para que los docentes se agrupen en un reclamo común tienen que ver con la fragmentación que las autoridades consiguen de una u otra manera. Desde los despidos disciplinarios hasta las contrataciones de docentes noveles que intentan ganar experiencia. Para Mario Dionisi es fundamental que los trabajadores se informen porque muchos de quienes están en cargos administrativos desconocen que ese también es un trabajo docente. “No solo es función docente estar frente a un aula con estudiantes a cargo”. 

La necesidad de un cambio es urgente. “La dignidad hay que defenderla”, afirma Dionisi, quien subraya que la lucha por mejores condiciones laborales es fundamental. “Los derechos se conquistan”, añade, enfatizando que la unión entre los docentes es clave para generar un cambio real.

En un contexto en el que la educación universitaria está tan vapuleada y que parece que la salida es la privatización, la Universidad San Pablo T es un ejemplo de cómo funciona cuando prima el lucro sobre la educación como bien público. La falta de condiciones laborales dignas para sus docentes no solo afecta a quienes trabajan allí, sino que pone en riesgo la calidad de la educación que ofrecen.