101 años de vida y silencio

Más de un siglo ha pasado, el óxido dibuja su estructura y se impregna de la humedad que refleja el abandono. Pero a pesar de esto un pequeño ruido se escucha: en algún lugar de las 22 hectáreas que ocupa, con incertidumbre su corazón aún late con un sonido ahogado y sordo.

El pasado 25 de junio, los talleres ferroviarios de Tafí Viejo cumplieron 101 años de vida y silencio. Un día que debió ser celebrado con alegría y felicidad no fue posible debido a que han pasado 8 años desde que el ex presidente de la Nación Néstor Kirchner esperanzara al pueblo tucumano con la reapertura de los talleres.

Desde su nacimiento, el gigante fue el lazo de comunicación e intercambio entre los propios argentinos y del país con el resto del mundo. Durante los años '50 trabajaron más de 5.500 obreros y se llegaron a producir 24 vagones de carga, 11 coches de pasajeros y 2 locomotoras a vapor por mes, además de 5 toneladas de repuestos varios.

Cabe destacar que allí se construyó el primer tren presidencial de la Argentina, en 1913, y los primeros vagones con aire acondicionado de toda la región.

Todo el crecimiento que día a día tenían los talleres, marcaron y forjaron el desarrollo de Tafí Viejo, convirtiéndola en su momento en una ciudad industrial, la más próspera del país y la que tenía los talleres ferroviarios más grandes de Latinoamérica.

Todo este impulso creador se fue desmoronando en el transcurso del tiempo. En 1980 los talleres se cerraron por primera vez para ser reabiertos en 1984 durante el periodo de gobierno de Raúl Alfonsín. Luego en 1993 el gobernador Domingo Bussi ordenó que se volvieran a cerrar las enormes puertas dejando paralizada no solo la actividad ferrocarril sino también el progreso de más de 300 familias y de una ciudad que vive hasta la actualidad con la esperanza de despertar y poder ver en marcha el gran emprendimiento.

En el año 2003, el presidente Néstor Kirchner anunció una nueva reapertura y en el año 2008 la decisión fue ratificada por la presidente de la nación Cristina Fernández, quien con emotivas palabras informaba la inversión de $13 millones de pesos y decía: “Realmente estar hoy en esta reapertura a cien años de la primera puesta en marcha de estos talleres es todo un símbolo no solamente para los tucumanos, sino para todos los argentinos”.

Hasta el día de hoy solo 58 obreros se encuentran trabajando en unos talleres que laten como un reloj envuelto en algodón, imperceptible, débil y rápido, a punto de cortarse para siempre.