Acoso: injusticia discursiva y fallas en el sistema judicial
/La reciente exposición de un caso de acoso en Tafí Viejo ha puesto nuevamente esta problemática en el centro del debate. Florencia Andretta, tiene 31 años y lleva 12 siendo víctima de acoso, hecho que denunció en reiteradas oportunidades. En Tucumán, donde Paola Estefania Tacacho fue asesinada por un acosador al que la joven docente había denunciado 22 veces durante 5 años, pareciera que nada cambió en la implementación de las medidas de protección a víctimas de violencia de género.
En este contexto donde la violencia de género sigue siendo una realidad alarmante, es fundamental reflexionar sobre las dinámicas de poder que perpetúan esta problemática. María José Colombres Garmendia, profesora en filosofía de la Universidad Nacional de Tucumán, en su trabajo "Injusticia discursiva en las denuncias por violencia de género", ofrece una herramienta analítica para comprender por qué muchas de estas denuncias quedan en la impunidad.
Colombres Garmendia, a partir de la teoría de los actos de habla y los aportes de la filosofía feminista del lenguaje, demuestra cómo el género influye. Las mujeres se enfrentan a una serie de obstáculos entre los que se encuentra el concepto de injusticia discursiva, que resulta clave para entender cómo las palabras de las mujeres son desvalorizadas y distorsionadas, lo que resta credibilidad a sus denuncias.
Respecto a esto, la autora recomienda:"se debería dar más peso a la emotividad en las declaraciones de las víctimas. La toma de conciencia sobre el sesgo de género es clave, para que los decires de las mujeres en los procedimientos de denuncia sean tomados como lo que son: una advertencia de peligro, un pedido de ayuda, o una exigencia de intervención”.
La profesora en filosofía también argumenta que el silenciamiento es otra barrera para las denunciantes, ya que esto sucede sistemáticamente, tanto de manera explícita como sutil. Y por último, la falta de reconocimiento como autoridades en sus propias experiencias, las convierte en víctimas de una doble violencia: la violencia física y la violencia simbólica.
Colombres Garmendia también analiza la ineficacia de la justicia y enfatiza que es reflejo de la circulación invisible del poder masculino en las instituciones. “Socialmente se instala el imaginario de que como es probable que no se me castigue puedo andar libremente violentando. Es fundamental desnaturalizar esta realidad”
Para concluir, Maria Jose advierte que, en relación con lo discursivo, los medios deben tomar conciencia de los posicionamientos desde los cuales comunican los hechos de violencia hacia las mujeres, para así evitar la espectacularización, cuidar el lenguaje y promover relatos que desactiven las percepciones sexistas.
Estos casos evidencian una falla sistémica en la respuesta del Estado y la sociedad ante las denuncias de las mujeres. Adriana Guerrero, integrante del Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de las Mujeres (CLADEM), manifiesta: “El sistema judicial no da las respuestas que las víctimas necesitan”.
Guerrero analiza los casos mencionados y expone que “lejos de ser punitivistas, entendiendo que la privación de la libertad no es la solución para todo, también hay que entender que a Florencia hace 12 años se la priva de su libertad y no hay nadie que esté atendiendo lo que está sufriendo ella o las consecuencias que eso puede traer para su vida actual y futura”.
Adriana insiste en que las leyes son necesarias, pero que necesitan presupuesto para que funcionen ya que “Nadie como Paola ha usado todas las herramientas que el sistema público, político, social, y judicial pone al alcance de las víctimas”. Respecto al caso Andretta, la referente dice que “si bien, la joven ha conseguido algunas medidas a su favor, luego de 12 años de denuncias nada detiene a su acosador”.
En su análisis, Guerrero señala que la similitud entre los dos casos, está en que “los acosadores son personas que tienen algún tipo de desequilibrio mental”. Explica, además, que muchas mujeres sufren acoso a diario y que los acosadores no necesariamente presentan características de personas con algún tipo de desequilibrio emocional o mental como los que se alegan en estos casos.
Según la especialista, el acoso no solo es un problema individual sino una expresión de desigualdad de género que requiere una respuesta colectiva. “Es muy difícil encontrar hoy alguien que justifique de alguna manera la violencia física ejercida por razones de género. Ese paso de esto, como algo privado, a lo público, ha sido un trabajo de construcción enorme del movimiento feminista”. Finalmente, destaca la necesidad de una transformación social y cultural profunda para lo cual “es necesario lograr concientizar que los acosos son tan graves como la violencia física y que pueden llegar a matar como esta”.