Requisas, una herramienta de tortura
/Llega el domingo y la gente se moviliza para visitar a los seres queridos que se encuentran presos. Con lluvia o calor, a pie o en colectivo, con alegría o con tristeza. De cualquier manera. Hacen horas de fila para ver un momento al tío, al padre, al hermano, al hijo. Cuando llegan a la puerta, tan cerca de la meta, todos los familiares deben someterse a las tan denigrantes requisas. A pesar de la tecnología que existe para detectar objetos extraños (como la que se utiliza en cualquier aeropuerto), los familiares de personas privadas de la libertad son sometidos a estas requisas que incluyen exámenes anales y vaginales. Niños y grandes, todos por igual. Nadie se salva de la humillación que esto implica.
Como parte del sistema, perverso por donde se lo mire, estos controles tienen como objetivo aislar, destruir los lazos familiares que le quedan a la persona detenida, someter al sujeto y a su familia al poder, considerado infinito e impune dentro de esos cuatro muros, de quien manda, del verdugo.
Porque la “resocialización” y la “rehabilitación” de las personas detenidas no existe. Nunca existió. Siempre estuvo en un plano discursivo. El objetivo es que pasen el mayor tiempo posible dentro de la cárcel, y así incapacitarlos para volver al mundo exterior, para hacer una vida normal. Porque la cárcel, planteada como está, es un camino de ida. Un pasillo oscuro, frío. Un pasaje a la soledad, a la desesperación, al sinsentido.
Las requisas constituyen esa herramienta que sirve no solo para hacerle creer al preso que su vida no vale nada, que es lo que sobró de la sociedad, sino también para hacerle sentir a esa esposa, a esa hija, a esa madre que lo visita que tampoco vale nada, porque si tenés un familiar preso estás “marcado”. Y así, de a poco o de a mucho, se van destruyendo esos contactos que unen al preso con lo que queda de ese mundo del que alguna vez fue parte. Porque ya ninguna esposa, ninguna hija, ninguna madre soporta someterse a la humillación.
Con la recién implementada Ley de Identidad han surgido, en el ámbito carcelario, inconvenientes con mujeres trans. La ley indica que las mujeres trans serán tratadas como lo indica su género, por lo tanto si el D.N.I. dice que son mujeres, deben ser tratadas como tal. Por lo tanto si una mujer trans va a visitar a un familiar a la cárcel debe ser requisada por una persona de su mismo sexo. El problema es que hay guardiacárceles femeninas que se niegan a requisarlas porque aducen que en el documento figuran como mujeres pero tienen órganos masculinos.
La Asociación Profesional Policial de Entre Ríos emitió en setiembre del 2012 una nota en su página web donde, entre otras cosas, dice, respecto a una recomendación que emitía el jefe de policía de esa provincia, “para que no se sientan discriminadas (las mujeres trans) el Estado apela a que nuestras mujeres (guardiacárceles) hagan este trabajo indebido” (1).
Llaman indebido a requisar a una mujer trans. Indebido es, por el contrario, someter a todos, hombres, mujeres, trans, a esa práctica vejatoria, discriminatoria y avasallante.
La cárcel, todavía en los tiempos en que vivimos, recuerdan a la época oscura de la dictadura militar argentina donde se torturaba sistemáticamente, donde los derechos desaparecieron, donde tantas vidas se fueron.
Marianella Triunfetti
mtriunfetti@colectivolapalta.com.ar
(1) Nota Apropoler