Nora Cortiñas: “Una democracia con hambre es una democracia fallida”

Fotografía: Ignacio López Isasmendi.

La puerta se abre y su figura menudita, con una altura que no llega al metro y medio, es una revolución. Ella camina despacio y se acomoda en uno de los elegantes sillones de la sala de profesores de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT). Se preocupa por el horario porque no quiere ser impuntual. Un anfiteatro lleno espera para escucharla en la mesa panel Derechos humanos y violencia policial, organizada por la organización social La Poderosa. Insiste en no interrumpir la conversación que se daba cuando llegó y se queda en silencio esperando a que esta entrevista comience. Ella es Nora Cortiñas, defensora de los derechos humanos, cofundadora de Madres de Plaza de Mayo, sinónimo de lucha incansable, dueña de una fuerza y una ternura que arrasa y abraza.

Cuando se le pregunta sobre sus expectativas respecto a la actividad que está por empezar, Norita (como es más conocida) responde: “Escucharnos y tener la posibilidad de que cada uno pueda decir algo porque lo que necesitamos es que entre nosotros haya diálogo”. Más tarde, de pie frente a la sala repleta, pedirá a los presentes que cuenten lo que les inquieta o motiva, que pregunten. Para ella es imprescindible esa interacción, “para intercambiar los sueños que tenemos todos”. Y no hace falta que hable de construcción colectiva porque construye de esa manera con cada gesto, cada palabra, cada acción. 

“Tenemos que reconstruir este país, que quedó desastroso con todo lo que hizo este Gobierno”, dice, al tiempo que invita a no abandonar las calles. “Gane quien gane”, remarca una y otra vez. Y más tarde, frente al auditorio que todavía la espera, va a explicar: “Cuando digo ‘gane quien gane’ es porque pienso que tenemos que dejar de lado los partidismos. Hacer partidismo político nos separa en las luchas, ya no vemos con claridad lo que sucede. No podemos defender los derechos humanos. No quiero decir que no tengamos simpatías por un político u otro, sino que tenemos que cambiar los modos, no callar cuando haya injusticias. No callar”. 

Y así, invitando todo el tiempo a sostener una mirada crítica y atenta a la realidad dice: “La calle es la expresión de las vivencias del pueblo”. La mujer que lleva el pañuelo blanco en la cabeza y el verde - de la campaña por el aborto legal, seguro y gratuito- en el puño izquierdo sintetiza en su persona las luchas y las resume al decir que se trata de la dignidad del pueblo. Un pueblo que no puede quedarse quieto y en silencio, a contrapelo del pedido del candidato presidencial Alberto Fernández para no generar situaciones de confrontación y violencia. “A este país hay que recomponerlo porque cada gobierno le dio su saque, no es este nada más. Y hay que poder decir cuando está actuando mal. Que no se ofendan, que no te nieguen”. 

En esa misma línea seguirá cuando esta entrevista concluya y esté frente a cientos de personas. “Las Madres, que llevamos 43 años en las calles, cuando escuchamos decir que no hay que salir, que no hay que perturbar la democracia, pensamos que una democracia con hambre es una democracia fallida. No puede haber un Estado democrático con gente sin vivienda, sin educación, sin salud”.

El dolor que hizo lucha

Fotografía: Ignacio López Isasmendi.

“Las Madres fuimos levantando las banderas de lucha de nuestras hijas y de nuestros hijos”, dice, y enumera las consignas que tienen hoy: “No queremos que se pague la deuda externa, porque es una deuda ilegal que se hizo por detrás del pueblo. No queremos más extractivismo, no queremos que le saquen a nuestra tierra el fruto para que se la queden los extranjeros. No queremos más que Vaca Muerta (el yacimiento petrolífero situado en la cuenca neuquina, segunda reserva mundial de gas y cuarta de petróleo no convencional) sea un lugar de contaminación y donde echen a los pobladores genuinos para hacerse un negocio y molestar a la pachamama. No queremos más los agrotóxicos que nos envenenan todos los días. Queremos que se respete a la niñez y a la vejez”. 

La mujer que se enfrentó junto con otras madres a los dueños del terror en la Argentina termina esta entrevista y se prepara para dialogar con el público. “Las madres salimos desde las vísceras. No lo pensamos, no nos reunimos alrededor de una mesa para salir a las calles. Cuando nos llevaron el hijo, la hija fue como si nos mutilaran. Ese pedazo que sacaron, ese vacío, sangra y esa sangre se transformó en lucha”. 

Nora Cortiñas camina pausado pero no deja de caminar. De sus 89 años lleva más de 40 marchando. Exigiendo justicia en cada paso. Sube en el ascensor hasta el segundo piso de la Facultad de Derecho de la UNT, donde la esperan familiares de víctimas del gatillo fácil, vecinos y vecinas de los barrios tucumanos, estudiantes y militantes de diferentes organizaciones sociales y políticas. A esa audiencia le dirá muchas veces que la calle no se abandona. Tantas como para que a nadie le quede dudas que es ahí donde se lucha. “Nosotras no podemos dormir tranquilas si no nos apoyamos, por eso acompañamos a las madres del gatillo fácil”. 

Antes de finalizar el día estará subida a un avión de regreso a Buenos Aires. “No tenemos que tener miedo porque este gobierno nos tiene miedo”, remata la mujer que saluda con el puño en alto, sostenido con ternura, alegría y compromiso. 

Carlos Gustavo Cortiñas:

Hijo de Nora, fue detenido desaparecido en Buenos Aires, el 15 de abril de 1977 por miembros de las Fuerzas Armadas. Era militante del Partido Peronista en la villa 31 y trabajaba en el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC).