Perpetua y un camino hacia adelante

Fotografía de Paloma Cortes Ayusa | Agencia Infoto

Fotografía de Paloma Cortes Ayusa | Agencia Infoto

La mañana del 4 setiembre, en la esquina del Tribunal oral Federal (TOF) de Tucumán se fue congregando gente de a poco. Abrazos, nerviosismos, saludos. “Fuerza”, se decían unos a otros. La inconfundible tonada santiagueña se hacía notar. Roberto, María de los Ángeles, Irene, Ana Beatriz, Gustavo. Los cinco hermanos de Germán Cantos estuvieron todos juntos y el parecido en sus rostros era evidente. Casi casi la misma sonrisa del retrato en blanco y negro que sostenían.

El juicio por el secuestro, torturas y homicidio de Germán Francisco Cantos empezó en julio de este año. Es una causa que por un tecnicismo procesal quedó separada del universo que compuso la megacausa Jefatura II Arsenales. Las seis audiencias estuvieron presididas por el juez Juan Carlos Reynaga. El tribunal se completó con los vocales Hugo Norberto Cataldi y Mario Marcelo Juárez Almaraz. La defensa pública estuvo representada por Adolfo Bertini y Vanessa Lucero. El Ministerio Público Fiscal a cargo de Leopoldo Peralta Palma y Pablo Camuña y la querella de la familia compuesta por Inés Lugones, Julia Aignasse y Álvaro Pedro Orieta.

Germán Cantos tenía 21 años cuando cumplía el servicio militar obligatorio en el Batallón Ingenieros de Combate 141, en la provincia de Santiago del Estero. El 3 de setiembre de 1976 iba a salir de franco pero lo retuvieron con la excusa que faltaba una firma en la documentación. La persona que estaba como responsable de Germán en ese momento era Jorge D’Amico (único imputado en esta causa). Desde entonces la familia Cantos no volvió a verlo pero tampoco paró de buscarlo.

Durante esos años de búsqueda, doña Petra y don Francisco (padres de Germán) supieron que su hijo había hablado con un compañero, ese mismo 3 de setiembre, y le había manifestado su temor. Que luego fue visto por otros testigos sobrevivientes en el Centro Clandestino de Detención y Exterminio (CCD) que funcionaba en el ex Arsenal Miguel de Azcuénaga, en la provincia de Tucumán. Que allí estuvo hasta 1977. Que cantaba y hacía chistes en esas condiciones infrahumanas llevando algo de alegría a tanto tormento. El chico al que describían esos testigos era, sin lugar a dudas, Germán.

En diciembre de 1976 la familia había recibido una carta escrita por el joven desde el cautiverio*. Preservaron la misiva como un objeto preciado sin pensar que podría ser incorporada como prueba en un proceso judicial. 38 años después ese proceso judicial llega a su fin y trae el alivio de la verdad a una familia que se unió mucho más aún en la búsqueda.

El victimario que quiere ser víctima

Durante las seis audiencias que duró el juicio contra Jorge D’Amico, el imputado tuvo una participación activa. Siempre que pudo habló y expresó su inocencia, dijo no entender por qué se lo acusaba. La última audiencia no fue la excepción: “Quizás el gran pecado mío fue haber sido funcionario público en la época de Juárez”, señaló el imputado minutos antes que los jueces pasaran a deliberar. El imputado fue secretario de Seguridad del ex gobernador santiagueño Carlos Juárez. También formó parte del levantamiento ‘carapintada’ en el año 1987.

Jorge Rafael D’Amico, señalaron los testimonios, era el que había retenido a Germán Cantos en el cuartel de Santiago del Estero. Una sobreviviente del ex CCD Arsenales recordó durante su testimonio un diálogo con el conscripto: “¿Vos sos al que secuestró D’Amico?”, contó la testigo que le preguntó al joven. “Ese hijo de puta”, le había respondido él. Tanto la fiscalía como la querella entendieron que el imputado era un nexo clave entre el circuito represivo de Santiago del Estero y el de Tucumán. Un personaje cuya impunidad había perdurado durante los años de democracia, como señalara Inés Lugones hace algunas audiencias.

“Parece que hay una intención progresiva, de avanzar en darme más pena”, dijo respecto a la pedido de prisión perpetua de la parte acusadora durante los alegatos. D’Amico cumple una doble condena, una por 4 y otra por 20 años, en el Instituto Penal Federal Colonia Pinto de Santiago del Estero.

La última canción es la primera canción

La lectura de la condena al imputado se realizó a las 14. Prisión perpetua y de cumplimiento efectivo. Un festejo lleno de lágrimas y abrazos apretados demostraba esa alegría a pesar del dolor. Una alegría que ninguno de los que estaban presentes hubieran querido vivir porque estos 38 años no debían haber sido así. Pero como bien se sabe, el final siempre es el principio de algo distinto y plantea nuevos desafíos.

Todo este resultado es increíble y en algún punto, estamos bastante felices porque a nuestros hijos no les va a pasar.
— Roberto Cantos

“Para nosotros es algo muy reparador. Nosotros vamos a seguir luchando, por supuesto”, dijo Angelines al finalizar la audiencia y con los ojos todavía húmedos. Esa misma idea la repitieron Roberto y Gustavo, los dos hermanos varones que quedaron. “Falta tener los restos de Germán, el cuerpo para poder ponerlo en una tumba, tener una tumba y poder despedirlo en paz”, sostuvo Roberto. “Yo creo que estamos en paz pero necesitamos encontrar sus restos para poder tenerlo, para poder visitarlo”, agregó Gustavo.

Roberto Cantos compartía con Germán el amor por la música, por la poesía, por el arte. Desde ese lugar escribió para su hermano un poema al que tituló ‘La última canción, ¿cuál habrá sido?’. “Yo creo que la canción, la última canción, es todo lo que yo digo en el poema, cualquier canción que lo haya calmado un poquito tanto sufrimiento”, dijo Roberto dando de alguna manera respuesta a su pregunta. “Pero también es la primera canción de todos”, agregó señalando a todos los que estaban en la puerta del TOF. Es que esa última canción, sin importar cuál haya sido, marcó el camino recorrido y lo seguirá haciendo. “La cosa sigue, hay mucha justicia pendiente. Hoy vamos a festejar pero tampoco nos vamos a quedar ahí”, concluyó el integrante del dúo folklórico Coplanacu.

Los sobrinos de Germán Cantos, esos chicos a los que no llegó a conocer, abrazaron a su tío y lo tuvieron siempre presente. Pedro y Magdalena (hijos de Roberto), Agustina (hija de Ana Beatriz), Camila y Joaquín (hijos de Angelines) completaron la primera fila de la sala de audiencias. Los mismos ojos, la misma mirada cristalina y el dolor, y el llanto, y la alegría compartida. “Todo este resultado es increíble y en algún punto, estamos bastante felices porque a nuestros hijos no les va a pasar”, había dicho en un momento Roberto. Y ese es el fin último de una justicia 38 años después, que de verdad el ‘Nunca más’ sea una realidad.

 

*Sobre la carta escrita por Germán leer: http://www.colectivolapalta.com.ar/derechos-humanos/2014/8/16/un-poquito-de-luz-en-medio-de-tanta-incertidumbre