Abrir espacios para deslegitimar lo injustificable

Un titular, una columna, un editorial, una crónica. Sea cual fuere el formato, la noticia está ahí. Pero no hay que confundirse. Ahí no solo hay noticia, también hay legitimación ante los hechos, ante una manera de pensar o ante una sociedad equivocada.

Los periodistas no inventan, sino que legitiman ideas que pueden estar naturalizadas al considerarse verdaderas o verosímiles solo por estar sostenidas en un medio. Pero, ¿qué sucede cuando esas ideas dan soporte a la tortura, la discriminación o la desigualdad en cualquier sentido?

Existe una especie de artificio o comodín en el ámbito periodístico que permite a los trabajadores de prensa escudarse: "el efecto de objetividad". Una mentira no tan piadosa que intenta borrar las huellas que el medio fue dejando por el camino al que conduce. "En el periodismo la cuestión de las dos campanas es discutible", opina Horacio Cecchi, periodista de Página 12, y agrega que "eso está claro en las fuentes policiales. Muere en un tiroteo un delincuente, la fuente es policial y se terminaron las campanas. Tal vez la siguiente campana que se va a consultar, periodísticamente, es al juez o al fiscal. Juez y fiscal toman la información de la policía. O sea que se genera un circuito cerrado".

Más allá de "intento de objetividad", más allá de la falta de compromiso en el grado de subjetividad que contiene una noticia procesada, el problema está en la falta de responsabilidad. Cuando el periodismo silencia una muerte, justifica la impunidad y los tratos inhumanos y degradantes. Y es a partir de allí que se da lugar a ideas como "algo habrá hecho" o "el que mata tiene que morir".

En noviembre del 2013 se llevó a cabo en Tucumán la Jornada sobre tortura y otras penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes. Allí, el periodista Horacio Cecchi expuso acerca de la naturalización a la que acceden los periodistas. Tomó en cuenta especialmente el uso de imágenes en movimiento que rozan lo morboso y tienden a imitar un reality en el que el espectador participa del hecho como si lo hubiese presenciado. Estas imágenes que naturalizan la violencia o la tortura forman parte de la manzana podrida. "Entonces, ¿cómo hacer para que el periodismo y los periodistas ayudemos  a deslegitimar este discurso?", planteó Cecchi en la jornada, haciendo hincapié en que el periodismo tiene que trasparentar los muros de las cárceles y comisarías metiéndose adentro. Para ello tienen que prepararse como periodistas para saber lo que están viendo y mantener una lógica que abra espacios y legitime un discurso contra la tortura y la violencia. "La cuestión para el periodista es no solamente llenar espacios rápidamente, sino que además preocuparse en cómo se llenan esos espacios".

La responsabilidad de comunicación en la cultura es clave. Como periodista, es necesario hacerse cargo del lugar que le toca, sabiendo diferenciar entre el medio y el periodista. Como interlocutor, es fundamental ser crítico ante el bombardeo mediático. "Llenar esos espacios pensando, adelantándose al momento de vértigo y tratando de descubrir cómo hacer para tratar de instalar de otra manera este tema que se viene repitiendo, para poder seguir abriendo la puerta", afirma Horacio Cecchi.

Javier Sadir

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