Unidos dieron el primer paso

Fotografía de María Luisa Toledo

En el pequeño pueblo de Villa Vieja, en el departamento de Trancas, hay una linda historia por contar. Una historia de superación y crecimiento colectivo que tiene como protagonistas a 20 emprendedores, y que comienza así: Había una vez un pequeño pueblo tucumano que nació hace muchos años, un lugar tranquilo donde la vida transcurría entre la familia, la agricultura y la crianza de animales. Un día, cuando los grandes trenes llegaron a la provincia, los habitantes de aquel lugar decidieron partir y fundar una nueva ciudad, Trancas. Los años pasaron y el apogeo del ferrocarril fue cayendo y, también, el trabajo de muchos tranqueños. Con una mano adelante y la otra atrás, los habitantes desempleados miraron al pasado y vieron que la única alternativa era volver a su lugar de origen. Allí donde nacieron y sus padres y abuelos alimentaron a sus familias con el sudor del trabajo de la tierra.

Cuando llegaron a sus tierras, el pequeño pueblo de Villa Vieja seguía siendo como siempre. Y continuó así por muchos años, aunque hubo algunos cambios. El lugar comenzó a ser llamado “el asentamiento” por los habitantes que quedaron en Trancas. La falta de empleo se hizo moneda corriente y las familias se sostenían con el trabajo de la tierra y un subsidio que les daba el Estado.

El grupo La Militancia, una organización que comenzó a trabajar en la zona, pensó que la falta de trabajo en el lugar era un gran problema. Y sí, también lo era para veinte personas del lugar, quienes con sus emprendimientos trataban de hacer frente a la problemática. “En todo ese contexto de asistencialismo redujo las expectativas para mejorar su calidad su calidad de vida. Y eso se vio a partir de un diagnostico participativo que realizó el centro para ver cómo se podría hacer un trabajo de abordaje integral y hacer algo por ese espacio” cuenta María Luisa Toledo, parte de la organización.

Tras caminar el pueblo y escuchar a la gente, los veinte emprendedores decidieron crear la primera feria del pueblo  con el apoyo de la organización. Las ganas se convirtieron en acción y, desde entonces, una vez al mes se reúnen en la plaza de Villa Vieja para vender sus productos. “Lo que hacemos es evaluar cómo nos fue, que podemos sumar, qué debemos cambiar, y tratamos de convocar a otros emprendedores para que sean feriantes. Y sobre todo, siempre tratamos de hacerles ver (a los emprendedores) que hay una lógica de economía social, que es muy distinta a la lógica comercial”, explica María Luisa. Esa lógica de economía social de la que habla se basa en un mercado local donde el cambio social se genere a partir de ellos, a partir de la solidaridad, el respeto, las decisiones democráticas  y manejo del precio justo. “Justo para el emprendedor y justo para el consumidor”, agrega. Y, ante todo, que no se trata de competir con el otro emprendedor, sino apoyarse para un crecimiento en conjunto. La primera feria de Villa Vieja fue un éxito total. Un gran número de gente llegó al lugar y pudo ver la variedad de productos. Pero el éxito no fue casualidad, fue el resultado del trabajo en conjunto y las gestiones que dieron sus frutos. Consiguieron que la municipalidad les preste las estructuras para montar la feria y, sin dudas, fue algo más que importante. Así no se trataría de un montón de manteles simples tirados en el suelo, sino de un espacio de encuentro cómodo, con una estructura metálica y luces. 

Cuando el día está establecido, el camión radial recorre las calles de Villa Vieja y Trancas invitando a los vecinos a la feria popular. Invertir en la difusión fue una de las estrategias que plantearon los emprendedores, la cual se paga con el aporte de todos. Porque no solo difunden sus ventas sino también los espectáculos artísticos que apoyan la iniciativa. “Nos acompaña una pequeña academia de folclore y siempre conseguimos alguien que cante para la gente”, cuenta María Luisa. Los que visiten la feria se van a encontrar con productos de pastelería, quesos, dulce de leche y artesanías, todo producido por las manos de estos tucumanos. Porque es esa es la lógica de la economía social, que sean ellos los que produzcan sus mercancías para que estas tengan su propio valor y originalidad.

Cuando comenzaron a trabajar en sus casas, hace algunos años, los emprendedores no sabían ni siquiera qué era la economía social. Tampoco imaginaron que la unión podría generar, a corto y largo plazo, grandes cambios. “Lo que ellos estaban haciendo era economía de subsistencia. Producían en muy poca cantidad, para el día y para un sector muy chico. Hacer economía social es hacer algo más amplio, y va más allá de un trabajo individual. Necesitas algo colectivo y de comercialización pensada en el precio justo y solidario”, sostiene María. A pesar de que llevan realizando la quinta feria, aún hay cosas por mejorar y trabajar en profundidad. Por ejemplo, mantener una fecha fija al mes y trabajar en red con otras instituciones de la zona. “Todavía falta, pero es porque aún no tenemos una instalación permanente. Y no solo en un espacio físico sino también en lo cultural. Más allá de eso, la idea es que este grupo pueda consolidarse y pueda crecer en la oferta de productos”, reflexiona María.

Este grupo de emprendedores dio el primer paso y comenzó a transitar un largo camino de cambio. Un vez más la unión generó nuevos espacios de encuentro cultural y visibilizó varios factores por trabajar. Ahora las expectativas son más que positivas y los anhelos no se hacen esperar. “Anhelamos que estos emprendedores sean los que siembren la semillita de la cultura del trabajo para que todo el pueblo tenga algo para hacer y se mejore la calidad de vida de todos los habitantes de Villa Vieja”, finaliza María Luisa.