“Si los gatos y los putos dijéramos todo lo que sabemos, el mundo no sería como lo conocemos”
/Fotos: Martín chebaia
Entre luces tenues y telas de colores, un sillón contiene a un narrador que no sólo cuenta historias: las habita. En cada intervención, se levanta y se deja llevar por palabras que invocan recuerdos, preguntas y confesiones en un recorrido por la memoria, el deseo y la soledad. A su lado, en un silencio cómplice, Julio y Luciana esperan el momento justo para ponerle música a esa intimidad. Así se construye Cómo hablar con un gato (y que le importe), un concierto de palabras que se presentará el jueves 12 de junio a las 21 hs en el Centro Cultural Virla.
Maxi Caldez, actor, guionista y narrador, es uno de los motores de este espectáculo. Pero como él mismo dirá más adelante, nada de esto podría existir sin la grupalidad, sin esa mezcla mágica y desafiante que se da cuando el arte se hace con otres, desde las emociones reales.
¿Hace mucho que escribís?
Foto: Martín Chebaia
MC: Escribo desde muy chico, pero soy “cuentero” de toda la vida. De chico me gustaba sentarme en ronda con mi hermana, prima y amigues y mentir. Exageraba anécdotas o la inventaba, sólo por el placer de ver sus caras. Creo que todo lo que hago es una sublimación de ese impulso primario que tuve siempre.
¿Cómo surge la idea de llevar tus textos a escena?
MC: Trabajar mis textos en formato escénico ha sido una experiencia súper emocionante. Los que escribimos sabemos lo difícil que es que alguien realmente nos lea y se enganche hasta el final. En cambio, en el escenario sucede otra cosa, el público no sólo escucha, sino que siente lo que vos estabas sintiendo cuando lo escribiste. Usar estos textos tan personales y ver al público atrapado en los relatos me lleva a esos recuerdos de la infancia, pero multiplicado por mil.
¿Cómo fue la dinámica de creación colectiva?
MC: Todo surgió de manera muy natural. Julito Zavalía, tuvo la idea de combinar música y actuación después de verme improvisar con músicos en un evento, y empezamos a trabajar juntos. Él ponía música a los textos, y poco a poco fuimos encontrando el sentido de cada texto. Luego se sumó la Luchi (Luciana Morales), que con su mirada teatral y su dirección, le dio forma y coherencia a todo. Fue un proceso muy rico, donde la música, la actuación y la dirección se fueron entrelazando para dar vida a algo que considero que es único.
¿Y el título cómo surgió? Es muy particular.
MC: El título surgió, en parte, del entusiasmo inicial por materializar el proyecto. Me puse a hacer el primer flyer; el flyer me exigió título y yo se lo di. El gato estaba en todos los textos, era mi interlocutor en las noches pandémicas, un confidente silencioso que se aburrió de todos mis dramas humanos. Creo que nuestras mascotas son testigos de una intimidad que nadie más conoce, el gato particularmente a veces se vuelve invisible, se camufla con la quietud de los adornos de la casa. Eso lo convierte en el espía perfecto. Yo siempre digo que si los gatos y los putos dijéramos todo lo que sabemos, el mundo no sería como lo conocemos.
¿Cómo vinculás la soledad con la compañía gatuna?
Foto: MArtín Chebaia
MC: Creo que el mundo siempre ha atravesado crisis similares a las de ahora, pero la soledad que vivimos hoy es algo nuevo, tal vez potenciado por las redes sociales o la pandemia. En este contexto, creo que los gatos nos ayudan a sobrellevar esa sensación de soledad, ofreciéndonos una compañía que es a la vez discreta y profunda. Y lo maravilloso de tener un gato es que, además de brindarnos esa conexión, nos permite tener un pedacito de naturaleza salvaje en nuestras vidas, recordándonos que, en medio del bullicio del mundo moderno, hay algo auténtico y esencial en esa conexión con me hace sospechar y me vuelve escéptico hasta con las cosas que más me importan.
La obra es poética, íntima, casi confesional. ¿Cómo logran sostener la conexión con el público?
MC: La verdad es que a mí también me cuesta entender ese fenómeno jaja. Creo que tiene que ver con la singularidad de la obra de reunir distintos lenguajes: la música, la teatralidad, la narración oral y la actuación unen sus fuerzas para crear una experiencia que atrapa al público y lo lleva de viaje. Es como volver a esa tradición ancestral de reunirse alrededor de una fogata a escuchar historias, algo que nos conecta con lo más humano y esencial. Y ver al público realmente enganchado, conmovido, asintiendo, sonriendo, es algo muy poderoso.
¿Hay una reflexión o mensaje que quisieras que el público se lleve?
MC: No tengo reflexiones específicas en mente, ya que mis textos tienen un toque caprichoso, algo impreciso a nivel filosófico o discursivo. Lo que realmente me interesa es que el público sienta que vivió una experiencia, casi como un paseo por distintos espacios. Para mí, las historias (teatrales, orales, literarias, etc) son eso: lugares donde uno puede perderse un rato. Ese es el verdadero viaje que me interesa.
Foto; Martín Chebaia
La obra apuesta por una sinceridad que a veces nos cuesta mostrar, esa de hablar sobre lo que nos avergüenza o lo que no queremos que los demás sepan. Creo que, al hacerlo, logramos que el público se sienta menos solo, porque todos lidiamos con esa presión de proyectar una imagen perfecta, sobre todo en redes sociales, y eso muchas veces nos aísla más. Me encantaría que la gente, al ver la obra, se sienta acompañada y comprenda que todos compartimos esas vulnerabilidades. Capaz es un montón, pero es nuestro deseo.
¿Y qué viene después de esta función?
MC: La obra va a continuar en cartelera, va a tener bastante protagonismo este año, por lo menos en mi vida. En julio voy a dictar un taller en Casa Barda. Un laboratorio de actuación frente a cámara, una propuesta pedagógica y creativa orientada a la producción de reels para actores que quieran insertarse en la industria audiovisual. Hay que seguirme en redes sociales para estar atentos a las novedades.
Antes de cerrar la entrevista, Maxi nos escribe un mensaje adicional. Necesita sumar algo que le quedó latiendo. Porque lo colectivo no puede ser un detalle.
“Me parece importante hablar también del laburo grupal. Porque es muy desafiante laburar grupalmente, con tantas cosas en contra que muchas veces, te ponen a prueba el espíritu y la templanza de esta actividad. Encarar un proyecto cultural exige tanto emocionalmente, mentalmente, y hay tantas cosas en juego que, de algún modo, te obliga a evolucionar en algún aspecto de tu vida. Te cambia.” asegura Maxi. Y cierra: “Lo que estamos haciendo con la Luchi y Julito nos atraviesa. No sabemos si es una obra o qué, pero sí sentimos que es real, que nos está pasando. Sí sentimos las cosas que estamos diciendo y las canciones que estamos tocando y nos emociona de una manera muy genuina y eso es muy hermoso. Algo se conjura, se arma y tiene que ver con personas, con sus habilidades, sus virtudes y sus singularidades en una combinación flashera”.