Lectura de domingo: "Él"
/Alejandra Fansiotte
(San Miguel de Tucumán, 1997)
Es una joven profesora de nivel primario, diseñadora gráfica, artista y escritora. Se define a sí misma como una "turista de mundos" porque "escribe historias de los mundos que visita en su interior".
Es autora de la duología Balance: la primera novela titulada "Él" y su continuación "Ella". Lxs invitó a descubrir esos mundos que retrata y crea, porque como ella sostiene "cada mundo es una perspectiva de cómo mirar la vida".
Fragmentos seleccionados de la novela “Él”
1 (página 17)
Todos, en algún momento determinado de nuestras vidas, nos encontramos enfrente de muchos caminos que nos conducen a diferentes destinos, momentos, decisiones, y realidades. Al adentrarnos observamos todo lo que lo rodea, pero sin entenderlo completamente. ¿Qué viene después de dar un paso? Las puertas.
2 (página 18)
Él no sólo estuvo frente a una puerta, sino que estuvo rodeado de muchas puertas que lo atraparon ¿cuáles serían los propósitos que cumplirían estas puertas en su vida?
Sentía las miradas sobre él y los susurros de boca en boca, pero no necesitaba voltearse para ver lo que ocurría a su alrededor. Había pasado un mes y ya todos se conocían, pero él continuaba en el mismo lugar que el primer día, sin amigos.
3 (página 19)
Pero, ¿por qué? ¿Qué veían en él que les llamaba la atención? ¿Qué tenía de diferente? Los tratos hacia él habían cambiado y pudo percibirlo al punto que, en vez de desvanecer, su timidez aumentaba acompañada de un temor que se alimentaba poco a poco, que crecía dentro, en su interior.
Nunca quiso voltear hacia atrás, ni tampoco expresar ningún sonido, pero aquellas palabras que se asomaban hacia él le causaban un cierto dolor que crecía con el paso de los días, ya que se repetían constantemente y provenían de un lugar determinado del salón, quizá de todos los que estaban allí.
4 (página 20)
«Marica, puto de mierda» insultos que provenían de muchas voces que chocaban contra su débil corazón. Sus útiles desaparecían, su nombre era escrito en cada pared y asiento seguido de una palabra ofensiva o sexual. Era empujado por las escaleras, acechado todos los días y cada mañana.
¿Qué sentía? Nada, parecía no sentir nada ni tampoco importarle a nadie.
Temblaba cada vez que la alarma del despertador sonaba a las 6:00 a. m., sentía un temor que le presionaba el pecho y que lo ahogaba, preguntándose qué le esperaría hoy.
5 (página 21)
Miradas de desconocidos: eso era lo que sentía, mientras que la suya se dirigía hacia abajo, porque en ese momento eran más poderosas que la suya propia.
Sintió el primer ataque como cien agujas pinchando su cuerpo, palabras tan penetrantes que en lugar de hacer que exprese dolor solo le provocaban silencio. Risas, risas, risas; para ellos era algo insignificante un trozo de tiza que había chocado contra su cabeza, pero para él una herida. Una herida que lo encerraría, arrebatándole el sonido permanentemente, nublándole los ojos, adentrándolo en un sueño profundo, llevándolo a cerrar con sus propias manos aquella celda que lo dejaría inmóvil.
Había dejado de escucharse hace mucho tiempo, todas las mañanas eran iguales, sufría el mismo hostigamiento.
6 (página 22)
Entrar en clases era un infierno, salir de ellas era otro. Para tratar de evitarlo, decidió llegar mucho más temprano así no tener que cruzarse con ninguno de sus atacantes; al salir tenía que ser el primero en abrir las puertas, bajar las escaleras de la entrada y correr rumbo hacia la parada del colectivo, pero sin mirar hacia atrás.
Su habitación se convirtió en su refugio, oscuro y vacío. Pasaba las horas dentro de él sin salir; evitaba hacerlo para no tener que escuchar a su padre o al hermano de su padre reírse de él. Parecía que el Instituto no era suficiente ya que también padecía aquella pesadilla en su propio hogar.
7 (página 23 y 24)
Empezó a dejar de ingerir alimentos de a poco, a encerrarse en el baño y expulsárselos de su cuerpo con un minúsculo movimiento que le provocaba náuseas, seguidas de su liberación.
También solía sentarse en un rincón de aquel baño para soltar llantos profundos y silenciosos sin que nadie oyera o viera lo que él consideraba como su vergüenza. Las horas de soledad en la habitación, las frías respuestas, su silencio en cada almuerzo, merienda y cena, su mirada caída y cansada, su piel tornándose blanca y aquellos mareos que nublaban su vista o lo empujaban a caerse al suelo mientras él trataba de mantenerse en pie.
Su reflejo en el espejo era el de un completo desconocido, como si no fuese él quien se reflejaba, lo evitaba, así como también las fotografías.
Una parte de él no soportaba mirarse, le nacía un cierto odio, pero había algo peculiar: en ciertos momentos se detenía a observarse como si quisiese encontrar algo, como si alguien tomara por pequeños segundos su cuerpo para salir o para hacerle saber que había algo más.
Breve análisis por Eduardo Albuixech:
Ale Fansiotte, le escribe a sus lectores con la cotidianidad de quien quiere contar historias cargadas de realidades duras, desde la franqueza y complejidad que tiene la verdad.
A lo largo de su novela sobrevuelan personajes juveniles, problemáticas de ese universo y adultas; que a través de sus letras nos interpela a revertir. Es interesante como visibiliza la necesidad de bregar por un mundo más empático para todos, sin violencias, ni discriminación; desde la ternura, sin análisis que juzguen a víctimas y victimarios. Allí radica lo superador de su viaje a esos mundos que crea en cada hoja.
Su novela es un viaje al interior profundo de seres humanos con dolores, miradas que penetran el corazón y prejuicios que deben desaparecer del accionar humano. Florece, en cada página de su novela, una profunda conciencia. Su escritura deja en evidencia que no hay mejor escritor que aquel capaz de interpretar y comprometerse políticamente con su tiempo, espacio y el contexto social y cultural que vive.
Queda hecha la invitación a sumergirse en los "mundos" de Ale Fansiotte. El presente necesita, hoy más que nunca, más mundos nobles y artífices que se comprometan a construirlo, abrazando sueños individuales, pero, por sobre todo, colectivos.