Virginia Feinmann: relatos breves para tiempos convulsos

Fotografía de Ignacio López Isasmendi | La Palta

Virginia Feinmann lee sus textos como si los estuviera pensando en voz alta. Hay cierta calma en su voz, cierta calidez, aunque el relato nombre soledades, dudas o la crisis que golpea a un país. La voz que narra se parece a ella, en la ternura, en la profundidad, y a la narradora le pasan las cosas que a ella, pero no del todo. Su último libro, Personas que quizás conozcas (Emecé), que presentó la semana pasada en Tucumán, está compuesto por una serie de relatos breves que mezclan lo autobiográfico con las licencias poéticas de todo texto ficcional.

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Los textos que integran Personas que quizás conozcas tienen una particularidad, y es que aparecieron antes que el libro en la forma de estados de Facebook. Con megustas, con meencantas y mediviertes. Con compartidos y comentarios. 

La Palta: ¿Hay ventajas y desventajas en este juego de aprovechar las redes sociales?

Virginia Feinmann: Bueno, la primera ventaja es que los megusta estimulan mucho. No sé si es el modo en que está diseñado Facebook, eso de “me encanta”, las caritas, una desinhibición propia del anonimato y que genera comentarios muy exaltatorios… Todo se recibe como una gran palmada en la espalda para seguir escribiendo. Otra ventaja concreta es que con la cantidad de veces que se comparte un texto, se va creando un público lector. La visibilidad que le dieron las redes a mis escritos no tiene comparación con la que obtuve en suplementos literarios o revistas. En estos últimos meses me pararon personas por la calle, o en el subte, es algo desproporcionado. Yo sólo tengo cuentos largos y dos libros publicados.... o sea que eso otro proviene de las redes. Y por ahora no le encontré ninguna desventaja.

LP: ¿Podemos hablar de estos estados como un género nuevo con características propias? 

 VF: Es un formato que te impone las normas del microrrelato: brevedad, tensión interna, trama alrededor de un solo elemento, efectividad en el remate... no sé... a mí me vino bien. Yo escribo cuentos de estructura y extensión más clásicas, pero el formato del posteo también me calzó. De todos modos no creo que sea un género nuevo, sino el llamado microrrelato que resultó funcional a la lógica de las redes (por la labilidad de la atención, la fragmentación, etc.). Creo que si Monterroso o Millás postearan sus microrrelatos se volverían virales rápidamente también.

LP: ¿Existen todavía algunos prejuicios desde los espacios más tradicionales relacionados con la literatura?

VF: Y estoy segurísima de que existen, pero si les hiciera lugar en mi cabeza —como a cualquier otra consideración— no podría escribir nada. 

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Personas que quizás conozcas es un libro breve. Los relatos pueden leerse como textos aislados o puede establecerse entre ellos una especie de hilo narrativo que les da unidad. El orden de la lectura no altera el producto, se puede empezar casi por cualquier parte. 

Puede leerse de una sentada, como decían que decía Poe de los buenos cuentos. Entrar a ellos es fácil porque las situaciones, los personajes, los espacios resultan, a veces tristemente, familiares. Lo personal en la vida de una mujer joven, separaciones, amantes, enfermedades de un padre, encuentros y desencuentros con una madre, se mezcla con lo social, en un país que cae en una crisis como en un pozo, de golpe y sin ver la salida. Esa oscuridad como un clima de época recorre el libro, a veces con tristeza, a veces con ironía.

LP: ¿Son cosas que pueden pasarnos a todos, a cualquier persona que quizá conozcas?  

VF: Sí, sin duda le pasa a mucha gente. Lo cuentan lxs psicólogxs, que lo ven en la clínica. Lxs médicxs, que la gente se enferma más. Si vos te quedás sin trabajo, te aumentan un 2000% las cosas, no podés pagar el alquiler y cuando volvés a tu casa ves una persona durmiendo en la calle cada 20 metros, hay algo en vos que se enferma. Eso sin contar el ataque a muchos elementos simbólicos o más intangibles que también nos afectan. 

LP: ¿Escribir puede ayudar a combatir esa desesperanza? 

VF: Escribir un relato que tematice esta cuestión (en los míos suele estar la veta social, la bronca) y que se forme una pequeña comunidad alrededor de él, con sus comentarios, su catarsis, ayuda temporalmente. Puede ser una de las funciones de la creatividad. 

LP: ¿Cómo es editar un libro y tener que salir a defenderlo en este contexto?

VF: Yo lamenté haber salido con mi segundo libro en 2018 porque fue un año de crisis absoluta y eso hace que la gente no pueda comprarlo. Después me di cuenta de que al menos salí, y que iba a ser peor en 2019 o 2020. Perdón, no es una respuesta muy esperanzadora. No estoy por fuera de lxs afectadxs.

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Fotografía de Ignacio López Isasmendi | La Palta

Virginia asiste a las lecturas de sus textos y a otros eventos públicos con el pañuelo verde en su muñeca. Es parte de ese grupo cada vez más numeroso de mujeres, y algunos hombres, que han hecho de llevar el pañuelo en muñecas, cuellos, carteras y mochilas, una costumbre. Todavía son un tanto inciertas las reacciones que eso puede suscitar en los demás, pero miedo era el de antes, el de salir a la calle con una pollera corta y cruzarse con un grupo de chicos. El pañuelo verde apareciendo en los espacios públicos de la mano de mujeres reales de carne y hueso, es como una luz estridente, un recordatorio de que aquí está pasando algo.

Los relatos de Virginia, de este libro y algunos otros que ha publicado, tienen a esa narradora que descubre con el tiempo que le han pasado cosas que la acercan a un montón de mujeres, incluso a su madre: el abuso, el miedo, el silencio. Esto también, como la crisis, parece ser parte del clima de época, que aparece en las ficciones como un rebote inevitable de esta voz destapada de las mujeres e identidades disidentes. Los movimientos feministas, los de la primera hora, pasando por el Ni una Menos y hasta la ola verde por el aborto legal se han convertido en una marca de estos tiempos convulsos y han exigido de alguna manera plantar postura al respecto, en particular a los artistas.

LP: ¿Cómo se ve reflejado eso en la literatura de las mujeres jóvenes que escriben hoy en nuestro país? ¿Qué lugar le cabe a la ficción escrita por mujeres en esta lucha?

VF: Sí, sin duda es de lo más potente y novedoso que hay y nadie puede escapar de una definición al respecto, así como tampoco dejar de ver qué flancos puede descuidar o que falsas transversalidades puede sugerir en cuanto a políticas más generales. Conozco algunas escritoras de la diversidad sexual, como María Ibarra, que es maravillosa, aunque mueve su obra en un circuito más under, de autoedición, pero hay que buscarla. Y después sólo puedo dar una respuesta incompleta, porque no estoy al tanto de todo lo que salió y sin duda debe haber. Sé que “Chicas muertas” de Selva Almada narra tres femicidios, “Beya”, de Gabriela Cabezón Cámara tematiza la trata. Este año salió “Por qué volvías cada verano” de Belén López Peiró, sobre el abuso sexual infantil. Y hay una novela escrita por un varón, “Lila”, desde el punto de vista de un femicida, con una estética muy explícita y truculenta, cosa que no juzgo porque a la literatura no se la puede juzgar, pero para la que no tengo estómago.

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Eliminación de programas de fomento de fiestas, ferias y festivales nacionales. Supresión del presupuesto para mantenimiento y reparación de museos y edificios históricos. Desaparición de los llamados puntos de cultura. Recorte de casi un 90% al sostenimiento de la Orquesta Sinfónica Nacional. Reducción en un 25% al apoyo a las Bibliotecas Populares. Estos son algunos de los puntos que prevé el Proyecto de Presupuesto Nacional 2019 para el área de cultura. Pasarían por bromas de mal gusto si no fueran parte de una política de desfinanciamiento y endeudamiento del gobierno actual que ya es noticia vieja. 

Frente a esto y a otras situaciones de emergencia cultural, distintos grupos de trabajadores de la cultura se han agrupado para apoyarse e intentar llevar a cabo acciones de manera conjunta. Feinmann forma parte de una agrupación incipiente llamada Trabajadorxs de la Palabra, que integra con alrededor de 50 escritores, editores, libreros y periodistas culturales que empezaron a reunirse para apoyar la lucha de Télam y luego a la comunidad educativa de Moreno. Más tarde, se sumaron a la campaña “Salvemos la Cultura” contra los recortes del Presupuesto 2019 y en este momento evalúan nuevas acciones para llevar adelante. 

LP: ¿Cuál es la situación concreta de los trabajadores de la cultura?

VF: Lxs trabajadores de la cultura estamos muy afectados. Con la caída del poder adquisitivo, lo primero que suprime una persona es la compra de libros o el taller literario, es natural. La salida al cine o al teatro, el recital, el disco. Los consumos culturales cayeron estrepitosamente. A la vez se abrió la importación de libros, subió el precio del papel y los costos de imprenta y distribución, subieron las tarifas de servicios que usan las librerías para funcionar. Y el Estado abandonó las políticas para el sector. Los ministerios ya no hacen compras a las editoriales, hace dos años que la CONABIP (Comisión Nacional de Bibliotecas Populares) no compra libros para las bibliotecas populares. Es tan desastroso que hasta los dos grupos editoriales grandes están en pleno ajuste, con reducción de personal y de títulos, y también detrimento de la calidad de lo que se edita porque la necesidad de generar ganancias hace que se vuelquen por títulos de autoayuda o política de coyuntura. La movida de “Salvemos la Cultura”, con la intervención de (Daniel) Filmus en la comisión de presupuesto, consiguió 500 millones más. Pero imaginate que son parches y paliativos. No pudimos proponer medidas. Este es un gobierno que no escucha y al que no le importa. Todo lo que hacemos es defensivo. 

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En tiempos de crisis escribir es un acto de resistencia. Escribir sin dejar de poner los pies en la calle. Escribir de verde. Escribir con ficciones que no son para evadirse sino para pensarse hacia adentro. La literatura de Virginia Feinmann tiene un poco de todo eso y da la sensación de que es algo que recién empieza, aunque lleve años escribiendo. El año que viene reeditará su primer libro, Toda clase de cosas posibles (esta vez por Emecé), algo así como una precuela, más luminosa, de Personas que quizás conozcas. También está trabajando en un proyecto diferente de cuentos largos, un formato un tanto más tradicional que el microrrelato de Facebook: “Quisiera tener unos diez que me gusten y sacar mi tercer libro con esa propuesta, supongo que ya para 2020 0 2021, años que suenan a ciencia ficción, a innovaciones futuristas, y de los que yo sólo espero que nos encuentren menos humillados, menos despojados”.