Denunció a su tío tras décadas de abusos, miedo y silencio
/Fabiana Macias tiene 35 años, es abogada y madre de un niño de 9 años. Atormentada por la vergüenza y el miedo a la injusticia discursiva, vivió en el silencio a lo largo de dos décadas. El año pasado publicó un desgarrador texto en sus redes sociales en el que, desde la perspectiva de una niña, expone su experiencia traumatica como víctima de abuso sexual.
El caso llegó a la justicia de Santiago del Estero el 6 de septiembre pasado, cuando ella y su hermana menor formalizaron la denuncia contra un tío que abusó sexualmente de ambas desde que Fabiana tenía 9 años. El ingeniero agrimensor Walter Daniel Costa Mayuli, de 65 años, quien hasta ese momento dictaba clases en la Universidad Nacional de Santiago del Estero, fue imputado por abuso sexual con acceso carnal, abuso sexual gravemente ultrajante y abuso sexual agravado por la guarda y por resultar un grave daño a la salud mental de la víctima desde entonces se encuentra con prisión preventiva mientras avanza el proceso legal.
Macias cuenta que el camino previo a la denuncia fue desgarrador y deterioró su salud lo que la condujo a una profunda depresión. Por este motivo tuvo que ser internada en un centro de salud mental de Córdoba en donde pudo poner en palabras estas situaciones de abuso.
“Nadie quiere ser noticia por esto. La exposición ayudó a que no me aíslen y no me silencien”, dice Fabiana. Además, cuenta que, al realizar la denuncia, padeció la revictimización desde los medios de comunicación que priorizaron discutir la prescripción legal de los hechos, y la indiferencia de personas que cuestionaron su credibilidad atacando su salud mental, un mecanismo de descrédito ampliamente utilizado contra las víctimas.
Macias menciona los informes realizados por su psiquiatra y psicóloga, en los que diagnostican una depresión severa crónica, y aclaran que esta no deriva de factores externos inventados, sino de las secuelas del abuso. Fabiana además refiere que, aunque existen otras denunciantes, desde la otra parte y de algunos medios hubo intención de desacreditar individualizando la denuncia centrándose principalmente en su historia, porque, dice, “fui yo la que se animó a hacerlo público". En este sentido, hace un llamado a no ignorar a las demás víctimas que, aunque no estén tan expuestas, también están luchando por la verdad.
En este contexto, Fabiana habla de que pareciera que un "modelo de víctima aceptable" en la sociedad, es aquella que permanece callada, perpetuando un sistema que silencia a quienes buscan justicia. “El sistema es garantista y se encarga de que los procesos de esta naturaleza sean cuesta arriba. Aunque no es nuestro caso, por lo general la única prueba que tienen las víctimas es la pericia psicológica”, señala la profesional.
A la denuncia contra Costa Mayuli se sumó otra familiar que se presentó en la justicia el 7 de octubre de 2024 relatando situaciones de abusos similares. Cuando la denuncia trascendió en los medios, se presentó en la causa una cuarta mujer, hija de un matrimonio amigo de toda la vida del ingeniero y su esposa, quien expresó que los hechos sucedían cuando ella iba a jugar con las hijas del agresor.
La abogada comenta que además de víctimas, con su hermana fueron testigos de los abusos del agresor a otras mujeres. La misma explica que no se animaban a hacer la denuncia por miedo a ser juzgadas por naturalizar los abusos que Costa Mayuli cometía delante de ellas. Según Macias, su tío se siente impune por sus contactos cercanos al poder en la provincia vecina, ya que trabajaría para el empresario Orlando Canido, fundador y propietario de la firma que produce la gaseosa Manaos, y es dueño de grandes extensiones de tierra en Santiago del Estero.
Finalmente, Fabiana reflexiona sobre el sistema de justicia, criticando cómo se mide la validez de las denuncias a través de un "cálculo matemático" sin tener en cuenta las particularidades de cada caso ni el impacto real del abuso en la vida de las víctimas. Ella plantea que el verdadero proceso de justicia debería basarse en el reconocimiento de la verdad y la oportunidad de sanar, lo cual va más allá de la simple aplicación de la ley y debe ser considerado en términos humanos y de reparación emocional.