Abrir los ojos y dejar de aguantar

Fotografía de Nicolás Tuero

Fotografía de Nicolás Tuero

Ella no estaba convencida, pero en esa época, con sus 16 años, era todavía muy sumisa. Y, hay que decirlo, la necesidad apremiaba, la perspectiva de un trabajo bien remunerado quizás pesó más que el dolor de alejarse de su familia. Subió al colectivo y partió al sur junto a su prima Verónica, unos pocos años mayor. Se acomodó en su asiento, tomó una gaseosa y al poco de andar se durmió, no recuerda cuánto tiempo, sí que cuando despertó se encontró sola mientras el colectivo surcaba la ruta. Preguntó a otro pasajero dónde se encontraban y se enteró que faltaba una hora y media para llegar a Córdoba. Buscó a Verónica y la encontró en el baño hablando por teléfono. Lo que escuchó hizo desaparecer sus dudas iniciales. Su prima hablaba con una mujer a la que llamaba Karina y le decía que necesitaba dinero para comprar ropa y tarjetas para el celular, también que la chica que llevaba les iba a hacer ganar mucha plata. Ella se asustó y volvió a su asiento antes de que Verónica se diera cuenta, se sentó y simuló seguir durmiendo. Cuando su prima regresó dejó el celular en su campera, sacó cigarrillos y bajó a la cabina de los conductores para fumar. Desesperada, la adolescente tomó el celular y llamó a su hermana, le informó dónde estaba y que quería volverse. Cuando Verónica volvió, al verla despierta y agitada, le pregunto qué le pasaba. Ella le contestó que no quería ir al sur, que iba a volver. Su prima le dijo que no se podía, no tenía plata para pagar un nuevo pasaje y que, en todo caso, al llegar a Santa Cruz pediría prestado dinero para que pudiera regresar, pero que no se preocupara, que el trabajo que le iba a conseguir no era tan difícil, sólo tenía que cerrar los ojos, aguantar un rato y cobrar $200 por unos minutos. Al llegar a Córdoba la policía subió al colectivo y preguntó por ellas. Las detuvieron y las separaron.

Este relato surge de la declaración (que deberá probarse) que realizó la víctima en el primer juicio por trata de personas que se realiza en Tucumán y que dio inicio este miércoles 3 de septiembre en el Tribunal Oral Federal (TOF) ubicado en Chacabuco y Crisóstomo Álvarez. Los jueces que entienden en la causa decidieron resguardar la identidad de la víctima por lo que la llamaron con las iniciales de su nombre: MC. Según la fiscalía, MC había sido engañada y estaba siendo trasladada por su prima Verónica Olivera a Puerto San Julián, en la provincia de Santa Cruz, para ser explotada sexualmente en un cabaret regenteado por Alicia Taviansky (Karina). Estas son las únicas imputadas por el delito de captación y traslado agravado (por ser la víctima menor de edad) con fines de explotación sexual.  

En lo que hace a la instancia judicial cabe aclarar que la Ley de Prevención y Sanción de la Trata de Personas, aprobada por el Congreso Nacional en 2008, estipula que la transgresión de esta ley se acreditará con la concreción por separado de los actos que la caracterizan. Es decir que no es necesario que se cumpla el acto de explotación sexual para que el delito se cumpla (esta es sólo un agravante). Si una de las etapas convenidas por la ley se cumple (ofrecimiento, captación, traslado, transporte, acogida, recepción, explotación) se produce el delito. El fiscal Leopoldo Peralta Palma y la fiscal ad hoc y representante local de la Procuraduría contra la Trata y Explotación de Personas Valentina García Salemi tratarán de probar las etapas que se cumplieron y la finalidad que presuntamente buscaban las acusadas.

El primer juicio

Alicia Taviansky baja de la camioneta de la policía esposada, con el rostro duro y la mirada firme encara las cámaras y entra al tribunal. En la sala de audiencias del TOF Olivera se deshace en llantos, Taviansky no se inmuta. Al ampliar su declaración indagatoria indicará que no sabe por qué está detenida desde el 26 de mayo, cree que el único delito que cometió fue el de hablar por teléfono con Olivera. Consultada por su actividad comercial relata que maneja el cabaret San Julián en Santa Cruz, donde se sirven tragos y hay unos caños para que se realicen shows. Las chicas que trabajan allí son alternadoras, es decir que llevan y cobran bebidas a los clientes y charlan con ellos. El cabaret, que tiene permisos municipales y provinciales para funcionar desde 1999, recientemente cambió denominación y ahora es un pub. Las chicas tenían su libreta sanitaria actualizada y el local los impuestos pagados al día. Taviansky relata que los funcionarios municipales y provinciales visitaban frecuentemente el local para controlar las habilitaciones correspondientes. Un ejemplo de civilidad.  

Este es un juicio histórico ya que por primera vez se juzga este tipo de delitos en el fuero federal de nuestra provincia. Los avances en materia judicial respecto a hechos de este tipo tienen una importancia significativa desde la aprobación de la Ley de Trata de Personas del 2008 y con su posterior reforma en 2012. A pesar de esto los avances en la prevención del delito y la real desarticulación de las redes de trata están muy lejos de ser satisfactorios.

Las denuncias de fundaciones como La Alameda, que conduce el Legislador porteño Gustavo Vera, demuestran como la connivencia de funcionarios del Estado es necesaria para la comisión de este delito. El traslado de jóvenes a través de las fronteras provinciales y nacionales es casi imposible si no existe este tipo de relaciones entre captores y funcionarios.

Por otro lado la desnaturalización de la explotación sexual como una opción laboral ha sido tibiamente puesta en discusión. El acierto en la eliminación del famoso Rubro 59 en los clasificados de los diarios se disuelve en la falta de controles efectivos. La corrupción enquistada en todos los ámbitos de la gestión pública, muchas veces sostenida por la desidia y el encubrimiento, es el cimiento principal de esta industria. En nuestra provincia recién en 2012 la legislatura aprobó la ley de prostíbulo cero claramente presionada por la opinión pública que generó un amplio rechazo a este tipo de negocios a partir de la elevación a juicio del caso Marita Verón.

Muestras de esta contradicción en el interior de la política oficial son los discursos de la senadora, y entonces tercera autoridad del país, Beatriz Rojkés luego de conocerse el fallo que absolvía a los imputados acusados del secuestro de Verón, al asegurar que “La prostitución existió siempre y va a seguir existiendo”, o del jefe de la bancada kirchnerista de la legislatura de la provincia de Santa Cruz, que aseguró que "hay una necesidad que todos sabemos, de distracción, de estar con una mujer, que es fundamental para la vida normal de un hombre" y se preocupaba por las 'necesidades' de los obreros que iban a ir a trabajar en la construcción de la represa Néstor Kirchner cercana a Puerto Santa Cruz: "¿Qué hará esa gente? ¿Qué distracción tendrá? Porque habrá gente soltera, casada", expresaba sin ruborizarse Rubén Contreras hace un año.

Relatos de vidas en la pobreza

La familia protagonista de la contienda judicial está marcada por una vida empujada hacia los márgenes de la sociedad. Aquí la geografía y lo social se entremezclan, porque, como es costumbre, los sectores socialmente marginados suelen habitar los límites de las ciudades. MC y su familia vivían en La Costanera. Su vida fue la de tantas otras niñas que crecen en familias pobres, sufriendo la escasez material que es común por esos barrios. Abandonó la primaria en el sexto grado para dedicarse al folclore; su sueño y el de su padre era que llegara a trabajar enseñando esa danza tradicional. Su madre es analfabeta y juntaba cartones para ayudar a la economía familiar. Aunque una vez se fue de su casa con su hermana por diferencias con sus padres, MC expresó que vivía feliz y contenida, que su padre, especialmente, la quería mucho y la alentaba en sus sueños.

Verónica Olivera, es 4 años mayor que MC y también nació y creció en el barrio que bordea el Rio Salí, por lo que además de la cercanía familiar también existía contacto afectivo. Verónica no tuvo una vida fácil, en esa zona la marginalidad se mezcla con las familias de trabajadores incansables que no alcanzan a cubrir sus necesidades básicas. Violada a los 12 años tuvo un hijo a los 13. Luego tuvo otros 5, de los cuales dos fueron alejados de ella. Tempranamente tuvo que dedicarse a la prostitución para mantener a sus hijos. Así fue como contactó con Taviansky y, según busca probar la fiscalía, arreglaron para trasladar a la adolescente hacia Santa Cruz.

Verónica tiene hoy 27 años, su aspecto evidencia bastantes más. Otra mujer de su edad probablemente podría ser llamada joven, pero ella no, ella lleva las marcas de una vida dura, las marcas de un mundo que no la quiso y que, particularmente hoy, no la quiere. La dureza de su vida no la exime de responsabilidades, pero sí permiten comprender algunas cosas que desde la distancia no se ven claramente. Historizar su vida da lugar a problematizar sus acciones. La maldad de sus actos, tan clara al principio, parece perder transparencia al ingresar en su mundo de posibilidades. La desesperación, la soledad, la violencia que la sociedad ejerce día a día en su contra no encontrará jueces, ni culpables, ni condenas. Ella sí deberá hacerse cargo de sus actos.