15 años de la Ley de Matrimonio Igualitario: amor, lucha y trabajo colectivo
/Foto; gentileza augusto moeykens
La emoción, el compañerismo, el amor y la ternura son los sentimientos que recuerda Augusto Moeykens a 15 años de la sanción de la Ley de Matrimonio Igualitario en Argentina. “Hasta último momento no sabíamos cuál iba a ser el resultado real y concreto de la Ley”, dice.
Augusto es abogado, docente en la facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Tucumán y militante por los derechos humanos. Esa militancia fue la que lo llevó a involucrarse, desde el inicio, en la lucha por la Ley de Matrimonio Igualitario. Para ese entonces, trabajaba en el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI), órgano actualmente disuelto por el Gobierno Nacional.
El 5 de mayo de 2010, la Cámara de Diputados aprobó la Ley de Matrimonio Igualitario con 126 votos a favor y 110 en contra, habilitando su tratamiento en Senadores. “Ponerlo en números es muy duro. Si te ponés a contar, por solo 16 votos se pudo discutir finalmente el derecho a poder profesar el amor, a manifestarse”, reflexiona Augusto.
Meses después, el 15 de julio de ese mismo año, el Senado sancionó la Ley de Matrimonio Igualitario en el país con 33 votos a favor y 27 en contra. Así, Argentina se convirtió en el primer país de América Latina en legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo. Esto marcó un momento histórico para la comunidad LGBTIQ+ que durante años trabajó y luchó por este derecho. Aquella noche, frente al Congreso, las calles se llenaron de gays, lesbianas, travestis, trans y organizaciones que apoyaban al colectivo. La sesión se transmitía por pantallas gigantes. Augusto había viajado desde Tucumán junto a un grupo de tucumanas y tucumanos para presenciar el debate. Después de más de 15 horas de espera, en aquella madrugada fría, los abrazos pasaron a ser parte de la escena. Los abrazos y también las lágrimas de felicidad.
“Nos levantamos con la sensación de vivir en un país más justo, más soberano, más coherente con nuestra Constitución Nacional”, dice Augusto al remontarse a la mañana del 15. Esa misma sensación atravesó Carolina Frangoulis, militante en derechos humanos. “Cuando me levanté el 15 me fui caminando por la avenida Callao, sintiendo que yo podía triplicar el aire que tenía en mis pulmones. Era una sensación como muy increíble. Yo respiraba de otra manera. Tenía tanta libertad adentro. Creo que nunca llené mis pulmones con tanto aire. Era tan libre. Yo sentía que la avenida Callao era mía”, cuenta en esta nota.
El 21 de julio, la Ley fue promulgada por la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner, quien dio un discurso en Casa Rosada frente a diferentes autoridades. “Fue un discurso que hasta el día de hoy recuerdo. Habló de una Ley que no venía a quitarle nada a nadie, pero que venía a reconocer los derechos de miles de personas que, por más de un centenar de años, fueron discriminadas y recluídas en nuestro país”, cuenta Augusto.
“La ley de matrimonio convirtió a nuestra sociedad en una más pluralista en relación a la diversidad sexual. Hoy muchísimas más personas gozan de este derecho, de poder autopercibirse, de poder reconocerse como lesbianas, travesti, trans, gay, con menos miedo”, afirma.
Un trabajo colectivo
A nivel país, la Federación Argentina LGBT reunió a diferentes organizaciones para luchar de forma federal con un objetivo común. En 2009 se comenzó a plantear una estrategia jurídica y a hablar de “los mismos derechos con los mismos nombres”, slogan que acompañó a la campaña por la Ley. “Yo, en Tucumán, había presentado amparos en la Justicia local para que las personas que querían casarse pudieran hacerlo”, recuerda Moeykens.
En la provincia, el INADI conformó el Foro por la Diversidad, con Augusto como coordinador. Estaba integrado por distintas organizaciones de la sociedad y también personas que querían trabajar o discutir sobre los problemas que atravesaba el colectivo LGTBIQ+ en el país. “La sociedad argentina para esa época, año 2008 - 2009, no era la misma sociedad que tenemos hoy. La discrimanción hacia el colectivo era más potente. Presentarse socialmente como gay, lesbiana, travesti, trans, era muchísimo más difícil que hoy”, dice Augusto. Además de trabajar por la visibilización, dentro del Foro se comenzó a hablar del matrimonio igualitario.
El camino no fue fácil. Antes de la discusión de la Ley en Diputados, el Congreso de la Nación realizó audiencias públicas en distintas provincias. “Acá en Tucumán, me acuerdo que íbamos a discutir la Ley de Matrimonio Igualitario y pedimos ser oradores en esa discusión. Por supuesto se nos puso últimos en la lista. Les dieron más lugar a quienes iban a hablar a favor de que no se sancione la Ley y menos a quienes estábamos a favor de que sí”, recuerda Augusto. También recuerda que en los diarios de mayor tirada la Ley se presentaba como algo pecaminoso. A esto se sumaba una parte conservadora de la sociedad que cuestionaba este derecho y defendía la idea de una familia tradicional.
Foto: Elena Nicolay | la Palta
“La lucha de la Ley de Matrimonio Igualitario era una lucha contra el patriarcado. El colectivo LGBT iba a seguir luchando para incluir a la verdadera diversidad, que no era solamente la de acceder a una unión matrimonial. Era hablar del derecho a la autopercepción y a la autodeterminación de las diversidades”, dice Augusto. En esa lucha, también recuerda el rol de las instituciones públicas que prestaron sus espacios para las charlas contra la discriminación. Algunas de ellas preferían mantenerse en el anonimato por miedo y estigma.
El recuerdo de esos días a Augusto lo inunda de amor y ternura. A su cabeza llegan las imágenes de los primeros casamientos celebrados tras la aprobación de la ley, como el de José Luis Navarro y Miguel Ángel Calefato en Santiago del Estero, o el de Romina Humano en Tucumán. “Me pareció una de las luchas más justas en materia de derechos humanos como la de otras leyes”, dice.
En el contexto actual, el retroceso en políticas de género y diversidad sexual, impulsado por el Gobierno Nacional, genera preocupación. El desmantelamiento de programas estatales, el desconocimiento de los derechos de las infancias trans y los discursos de odio por parte del Presidente profundizan la angustia y la impotencia. Pero Augusto mantiene la esperanza. La esperanza de seguir luchando y defendiendo aquellos derechos que les pertenecen y por los que atravesaron un arduo camino.