Justicia y reparación: el juicio a Alperovich, un hito contra la impunidad del poder
Por Milagro Mariona y Celina de la Rosa para La Nota Tucumán.
Mientras el Senado debatía la Ley Bases y la represión se desplegaba en suelo porteño, a pocas cuadras del Congreso terminaba la última audiencia del juicio por abuso sexual contra José Jorge Alperovich. Probablemente, si esta causa no hubiera sucedido, si la denunciante no se hubiera animado a romper el silencio, o si el proceso judicial no hubiera llegado a este punto, Alperovich sería senador y estaría sentado en el recinto. Sin embargo, el miércoles se lo vio en una silla negra, un poco desvencijada, con la mirada perdida, el cuerpo caído, y el espíritu apagado.
Pero esa imagen era nueva, se remonta solo a las últimas semanas. La última vez que su energía de poderoso se hizo sentir en el juzgado fue cuando declaró ante el juez Juan María Ramos Padilla, el pasado el 3 de junio. Si bien fueron 6 horas de declaración, su testimonio no pudo aportar demasiado a la causa, aunque sí a la reconstrucción de la historia política de nuestra querida provincia. En su relato, dio detalles de los tejes y manejes de la política tucumana, mencionó a funcionarios a los que él ayudó a crecer -“yo los hice”- y que hoy le daban la espalda, y dio detalles sobre los privilegios que gozaba aún cuando dejó de ser gobernador, luego de 12 años.
Algo pasó en aquel hombre. Tal vez el simple hecho de saberse un mortal más, de comprobar que sus años de impunidad estaban acabados, que esta vez no iba a poder zafar de ser investigado y juzgado como ya lo había hecho tantas otras veces, de por lo menos sentarse en el banquillo de los acusados.
Los alegatos de la querella
Justicia y sanación. Estas fueron las palabras que resonaron durante los alegatos de la querella en el juicio contra José Alperovich. La denunciante las repitió incansablemente desde el 22 de noviembre de 2019, cuando levantó la voz contra su tío y exjefe, acusándolo de 9 abusos sexuales.
Durante casi seis horas, la abogada representante de la víctima, Carolina Cymerman repasó punto por punto el testimonio de la denunciante, brindado en la primera audiencia del 5 de febrero de 2024, al comenzar el juicio oral. La joven, embarazada de siete meses en ese momento, tuvo que relatar todo lo que vivió desde que ingresó al espacio político de Alperovich hasta que pudo denunciarlo. Respondió las preguntas de todas las partes y del Juez.
Cymerman forma parte del Programa de Asistencia y Patrocinio Jurídico a Víctimas de Delitos del Ministerio Público de la Defensa, a cargo de Pablo Rovatti. Ellos asumieron la representación de quien se animó a denunciar a una de las personas más poderosas de Tucumán y una de las más ricas del país, cuando se cumplieron 4 años del inicio de este proceso judicial.
Antes, en la etapa instrucción, estuvieron Mariela Labozzeta y Agustina Calabró, de la Unidad Fiscal Especializada en Violencia contra las Mujeres de la Procuración General de la Nación, y el fiscal Santiago Vismara de la Fiscalía Nacional en lo Criminal y Correccional N°10. En esa instancia, el juez Osvaldo Rappa, sostuvo sobre la victima que “estaba inmersa en un contexto de abuso sexual, intrafamiliar y de acoso laboral por razones de género por parte del imputado, quien valiéndose de la posición de poder que ostentaba, violentó la integridad sexual de la denunciante en al menos nueve oportunidades, causándole un detrimento físico y psíquico”, al momento de dictar el procesamiento de Alperovich.
No es un detalle menor que la querella sea representada por este equipo dependiente de la Defensoría General de la Nación, ya que la defensa de Alperovich intentó manchar la reputación de la denunciante y sostener la teoría del complot político, señalando al abogado tucumano de la joven, Ricardo Santoro, como parte de dicho complot.
La abogada Cymerman, junto a Rovatti, trabajaron a contrarreloj para interiorizarse en una causa que hasta el juicio oral, recolectaba más de 20 cuerpos, cada uno con 200 fojas. Una causa de abuso sexual de tal magnitud ya de por sí es excepcional. En cada audiencia se veían entrar los expedientes en carretilla, pilas y pilas de papeles. Además, tanto la querella como la fiscalía debieron sumergirse en cuestiones de la política tucumana.
“Ha tenido la fortaleza de enfrentar lo siniestro y denunciarlo”, expresó la abogada al iniciar su alegato. La querella comenzó recordando que, según la jurisprudencia internacional y local, el testimonio de la víctima es una prueba fundamental en casos de violencia sexual. Además, citó tres fallos anteriores de ese mismo tribunal que respaldaron estos estándares.
La sala estaba llena de periodistas y cámaras. El imputado estaba presente con la cabeza agachada, acompañado de sus cuatro hijos, mientras que la denunciante siguió la jornada desde Tucumán de manera virtual. Cymerman leyó las palabras de la víctima para describir cada uno de los ataques de violencia sexual que denunció. En el debate, quedó claro que, si bien son 9 los hechos denunciados, todos se dieron en un contexto de violencia de género y laboral, y esas experiencias tuvieron un impacto negativo en el psiquismo de la joven como un “trauma cristalizado”, en palabras de la perito oficial Mónica Herrán.
La querella fue contundente al afirmar que el relato de la denunciante se mantuvo coherente y sólido durante los 5 años y en todas las instancias procesales a las que la joven se sometió. Ratificó su testimonio 2 veces, tanto en Tucumán como en CABA, se sometió a una pericia psicológica y participó en 3 inspecciones oculares.
De acuerdo a la querella, Alperovich vio a la denunciante en un acto de campaña y, a través de un familiar, la mandó a llamar para convocarla a su espacio político. Era fines de 2017 y la campaña electoral no había comenzado aún. Los lazos con Juan Manzur, sucesor de Alperovich y gobernador en aquel momento de Tucumán, eran estrechos al punto de que el ahora acusado gozaba de privilegios y utilizaba los recursos del Estado para su actividad política. La denunciante consultó a 3 miembros de su familia sobre la propuesta realizada. Su papá, su abuela y un tío la animaron a que se sumara al espacio político, asegurándole que iba a poder crecer profesionalmente y que allí iba a estar segura al tratarse de su tío segundo. Todas esas personas, al momento de declarar en el juicio, se mostraron profundamente arrepentidas de haber alentado a la joven a trabajar para Alperovich.
En noviembre de ese año, se integró finalmente al espacio y fue presentada a todos como la persona que iba a concentrar la agenda del ex senador. Pocos días después, recibió “la bendición” por parte de Beatriz Rojkés de Alperovich.
Los abusos sexuales no se demoraron en llegar. A pesar de no tener experiencia, rápidamente a la joven le fueron dadas tareas con más responsabilidades y que implicaban pasar más tiempo con Alperovich. En diciembre de 2017 viajó a Buenos Aires para acompañarlo a una sesión del Senado. Allí ocurriría el primer hecho denunciado, en uno de los lujosos departamentos de Alperovich en el complejo Zencity de Puerto Madero, cuando quedaron solos.
Ese hecho se repetiría semanas después en el mismo lugar. En febrero, seguirían varios abusos en un auto durante diferentes recorridos proselitistas. La violencia sexual continuaría escalando. Llegaría a su punto máximo de gravedad durante el mes de marzo de 2018 en diferentes casas de Tucumán. Para ese momento, la psiquis de la joven estaba destruida y no podía escapar de ese entorno de violencia.
Cymerman también se ocupó de diferentes grupos de testigos que aportaron información y confirmaron el testimonio de la víctima. Tanto familiares, como la madre, el padre, la abuela y amigas, como ex compañeros de trabajo de la campaña política de Alperovich.
Todos los testigos, tanto de la defensa como de la acusación, aseguraron que la sobrina y ex secretaria tenía un desempeño excelente en su trabajo y que rápidamente ascendió para convertirse en la secretaria personal de Alperovich. Fue confuso para el imputado explicar por qué había sido elegida ella para ocupar ese lugar. En varias oportunidades, testigos dijeron que no tenía experiencia política ni trayectoria en un puesto similar.
En la pericia psicológica, la perito oficial del Cuerpo Forense de la Corte Suprema de la Nación explicó que la joven había logrado tapar el dolor y la vergüenza que le producían los hechos de los que era víctima a través de la excelencia en su trabajo. “Ella no quería que piensen que era la minita de José. Si bien su integridad estaba desintegrada, su trabajo le devolvía la dignidad, siendo lo mejor que podía”, explicaba Cymerman.
La querella también explicó que el estrago de los abusos dejó de ser un secreto a voces y se empezó a notar en su cuerpo. Se le caía el cabello, se le partían las uñas, fumaba un cigarrillo tras otro, tenía ataques de pánico, trastornos del sueño. Había bajado más de 10 kilos. Hubo un factor determinante en la renuncia de la denunciante y coincide con una entrevista en La Gaceta donde el imputado acosó públicamente a la periodista mujer que lo entrevistaba.
Ese fue el quiebre para la joven secretaria del ex senador tucumano y a partir de allí comenzaría a prepararse para renunciar a su tío. Ella quería enfrentarlo, y así lo hizo. El 24 de mayo de 2019, fue a la casa familiar de Alperovich y le dijo por qué renunciaba: “por todo lo que me hiciste”.
Luego de haber renunciado, la joven recibió varios intentos de comprar su silencio, según se desprende de los testimonios y los chats expuestos en el juicio. Para la querella esto refuta la hipótesis de la defensa de que la denuncia tendría un móvil económico y da cuenta del hostigamiento que sufrió a través de los mensajes de los testigos Cayata y Decataldo, acusados de falso testimonio durante el debate oral y otros que formaban parte del círculo cercano a la familia Alperovich. Cuando decidió denunciar, la querella explicó que para esta mujer la justicia ocupó un lugar de protección, ya que tenía miedo de que le ocurriera algo, se sentía desprotegida después de haber expuesto ante su agresor el motivo de su renuncia.
Una defensa inconsistente y fluctuante
Por su parte, Pablo Rovatti apuntó a desentrañar la teoría de la defensa. “No suena muy bien”, sostuvo. “Alperovich dice que Mizrahi la manipuló pero a la vez la describe como una persona empoderada. Además, intentó reducir la asimetría de poder, y equipararla como una igual”, expuso. En ese sentido, para Rovatti el descargo es inconsistente. El querellante explicó que la denuncia se hizo cuando la derrota electoral del imputado ya se había concretado en las urnas. “Podría haber denunciado antes y no lo hizo”.
Por otro lado, marcó que desde la denuncia hasta acá pasaron casi cinco años y que hubo mutaciones en el descargo de Alperovich. Un “descargo camaleónico”, dijo Rovatti. Primero apunta a Carlos Cisneros, David Mizrahi y Gustavo Morales. Luego acuerda con Morales y se piden mutuamente disculpas en los Tribunales de Tucumán. El abogado de la querella marcó el segundo cambio: “después el móvil era económico y en realidad era el padre de la víctima quien pedía plata”. Durante el debate oral no se le preguntó nada sobre eso al primo hermano del imputado que estuvo como testigo en la sala. Incluso, la defensa tampoco pidió falso testimonio para Mizrahi y a Cisneros ni siquiera lo llamaron como testigo.
“No busca ni plata, ni fama, ni cargos. Lo que busca es Justicia”, volvió a reforzar Rovatti.
El abogado también apuntó fuertemente contra las peritos de parte que se presentaron a dar testimonio en el juicio e incluso pidió al juez que se informe al Ministerio de Salud sobre las graves faltas éticas de las licenciadas en psicología Liliana Sedler y Paula Sánchez Ayala. “No pueden trabajar más de esto”. Para la querella sus testimonios no se ajustaron a cuestiones científicas, sino que estuvieron plagadas de prejuicios machistas haciendo copypaste de las frases del descargo del acusado.
La querella solicitó 22 años de prisión y su detención preventiva por considerarlo responsable de haber cometido “múltiples hechos de abuso sexual de variada naturaleza”.
“Un juicio a la impunidad del poder”
Luego de varias horas, fue el turno del fiscal Sandro Abraldes quien consideró que todos los sucesos de violencia sexual se cometieron “mediando intimidación y con abuso de una relación de dependencia, de poder y de autoridad”. En esta línea, al iniciar el alegato, consideró que este proceso era “un juicio a la impunidad del poder” e hizo foco en que la víctima siempre estuvo en un escenario de sometimiento.
Abraldes también mencionó que el testimonio de la víctima fue un relato “claro, detallado, honesto, transparente e inalterable en el tiempo”.
“Alperovich tejió una red con la que atrapó a la joven. Usó tres técnicas para derribar sus defensas: una ostentación de riquezas materiales, una demostración de liderazgo político y, paralelamente, se encargaba de denigrarla y rebajarla”, explicó.
“En rigor de verdad, su excesivo profesionalismo en el plano laboral era una forma de sobreadaptarse a los ataques sexuales y era la forma en la que escondía su imposibilidad de escapar de la situación”, recalcó Abraldes, tal como lo habían expresado la fiscal Labozzetta y el fiscal Vismara en el requerimiento de elevación a juicio.
La defensa, en diversos momentos del debate cuestionó que la víctima no se haya ido luego de haber sufrido el primer abuso, que no haya gritado o que se haya defendido. El fiscal señaló entonces que se estaba actuando bajo estereotipos de género, que suelen operar dentro de la administración de justicia.
“No existe un manual de conductas previsibles y ejemplares de víctimas. Cada una reacciona y acciona como puede, con su estructura de personalidad, con sus incertidumbres y negaciones”, recalcó el fiscal y agregó: “El derecho penal no le exige a las víctimas un comportamiento pero sí se lo exige, lo manda, le prohíbe, con antelación suficiente, a los autores de los delitos”.
Para el representante del Ministerio Público Fiscal, Alperovich se valió de su superioridad para concretar los abusos. “Avasalló totalmente a la víctima, la convirtió en un objeto de su placer sexual”, puntualizó y sostuvo que debía tenerse en cuenta que no la reconoció como persona. También consideró que debía tenerse como agravante la extensión del daño causado, el deterioro físico y psíquico que tuvo la joven y las graves consecuencias que le generó.
Aseguró también que el acusado intentó “comprar el silencio” de la joven y mencionó el incumplimiento a la ley de ética en el ejercicio de la función pública que eso significa. En ese sentido, aseguró que ello mismo posibilita la inhabilitación de manera perpetua de acceder a un cargo y agregó que justamente su rol como político fue utilizado para el abordaje sexual a la denunciante.
Durante su alegato, Abraldes citó en varias oportunidades al libro El Zar Tucumano, de los periodistas Nicolás Balinotti y José Sbrocco, que retrata la figura de José Alperovich y ofrece un panorama -aunque algo desactualizado por haber sido publicado en 2011- de su estilo político como gobernador de la provincia durante 12 años.
Al igual que la querella, solicitó que se extrajeran testimonios para que se investigue por el delito de falso testimonio a Manuel Frías, Víctor Decataldo y David Cayata. Además, incluyó en esa lista a la exlegisladora Beatriz Mirkin, a quien también pidió que se la investigue por el nombramiento de la denunciante en el Senado, para que continúe trabajando en la campaña política de Alperovich.
El fiscal solicitó una pena de 16 años y seis meses de cárcel para el exmandatario, en conjunto con una serie de medidas como la inhibición general de sus bienes, la indemnización de la víctima y la inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos.
La perspectiva de género como un accesorio
La defensa, representada por Augusto Garrido del estudio jurídico de Mariano Cúneo Libarona (actual ministro de Justicia de la Nación), intentó desacreditar a la denunciante atacando sus comportamientos durante siete u ocho horas. Además presentó diversas teorías sobre sus supuestos intereses.
Garrido, en su exposición, afirmó repetidamente que hablaba con “perspectiva de género”, utilizando estas palabras como si otorgasen legitimidad a cualquier afirmación que haga. En su discurso, trató de encajar a la denunciante en estereotipos de género, sugiriendo que “la mujer miente”. Sostuvo que la denunciante no había sido honesta con ninguna de las personas a las que había contado lo sucedido, ni con su familia, ni amigas, ni psicóloga. Tampoco con peritos, abogados y funcionarios judiciales, a pesar de haber estado bajo juramento.
Negando específicamente los episodios de acceso carnal, Garrido declaró: “No es lógico que Alperovich usara aceite de bebé, como denunció F.L.. Eso es algo estereotipado. Tampoco es lógico que (Alperovich) se autocalificara de violinista, una asociación burda que provocó que todo el mundo le diga violín. Cuando F.L. describió la modalidad de abuso, dijo que él la agarraba por detrás, sin mirarla a los ojos. Esto es exactamente igual a lo que se relata en el libro ‘Por qué volvías cada verano’, donde se describe el abuso de una adolescente por su tío. La coincidencia en el relato de esos hechos y el modo en que F.L. explicó los abusos es bastante impresionante. Lo que deduzco es que su relato se construyó a partir de esos hechos -del libro- para darle sustento a la denuncia”.
El defensor apeló a buscar patrones de conducta para las víctimas de abuso, como si hubiese un manual de comportamiento para las buenas víctimas: por qué no se fue ante el primer ataque, por qué volvió a viajar al lugar de los hechos con su jefe, por qué se quedó trabajando, por qué festejó un cumpleaños, por qué se tiró de un tobogán, por qué bailaba. Cuestionó a la denunciante por decir que la frase “mirá cómo me ponés” en su declaración, acusándola de haberla tomado de Thelma Fardín, sugiriendo que su relato fue armado por fuentes externas. “Es un lugar común de la poesía machista”, le respondió el fiscal al momento de las réplicas.
Luego, Garrido argumentó que la denunciante fue víctima de violencia de género por su expareja, David Mizrahi. Que ello la llevó a presentar esta denuncia -meses después de estar separada y tras la derrota electoral de Alperovich-. Según el letrado, el motivo no sólo fue esta influencia, sino también su frustración por no haber sido incluida en las listas de legisladores provinciales en 2019, algo que no salió en ninguno de los testimonios ni fue preguntado durante los interrogatorios.
Garrido habló de una “prueba diabólica” para sugerir que se había revertido la carga de la prueba, obligando al acusado a demostrar su inocencia y pidió su absolución. Evaluó de manera fragmentaria cada prueba presentada por la denunciante, incluyendo su declaración, peritajes, exámenes médicos, testimonios y mensajes que hablaban de los abusos.
Sólo acusó de falso testimonio a una fonoaudióloga que ayudó con técnicas de comunicación a la denunciante en el momento de su renuncia en mayo de 2019. Al finalizar su alegato, Garrido pidió que se investigue a Mizrahi y a Cisneros, a pesar de que no existe ninguna causa abierta a estos políticos tucumanos.
Por último, tanto para la Fiscalía como para la querella, las hipótesis de la defensa, además de cambiantes e inverosímiles, quedaron descartadas durante todo el proceso judicial a partir de las pruebas recolectadas y los testimonios aportados durante el juicio. “El punto no es si es lógico o no lo es, sino si está probado o no está probado. Y en este caso los hechos están probados”, dijo el fiscal Abraldes en el momento de las réplicas. Además señaló que quedó demostrado que a la denunciante nunca la movió el dinero como interés a esta causa judicial, porque nunca se iniciaron acciones civiles.
En la sociedad tucumana hay cosas de las que no se hablan y que no se preguntan. “Ella con su denuncia desafió al poder y esto resultó indigerible para el acusado”, cerró Abraldes.
El juez Juan María Ramos Padilla dará a conocer el veredicto el martes 18 de junio a partir de las 13hs en los tribunales nacionales de Paraguay al 1500, en CABA. La denunciante conocerá la sentencia después de 4 años, 6 meses y 15 días de haber denunciado.